"El señor Villari, al principio, no dejaba la casa; cumplidas unas cuantas semanas dio en salir, un rato, al oscurecer. Alguna noche entró en el cinematógrafo que habia a las tres cuadras.vio tragicas historias de hampa; estas, sin duda, incluian errores, estas, sin dudas, incluian imagenes que tambien lo eran de su vida anterior; Villari no las advirtio porque la idea de una coincidencia entre el arte y la realidad era ajena a el. Docilmente trataba de que le gustaran las cosas; queria adelantarse a la intencion con que se las mostraban. A diferencia de quienes han leido novelas, no se veia nunca a si mismo como un personaje del arte. No le llego jamas una carta, ni siquiera una circular, pero leia con borrosa esperanza una de las secciones del diario. De tarde, arrimaba a la puerta una de las sillas y mateaba con seriedad, puestos los ojos en la enredadera del muro de la inmediata casa de altos. Años de soledadle habian enseñado que los dias, en la memoria, tienden a ser iguales, pero que no hay un dia, ni siquiera de carcel o de hospital, que no traiga sorpresas, que no sea al trasluz una red de minimas sorpresas. En otras conclusiones habia cedido a la tentacion de contar los dias y las horas, pero esta reclusion era distinta, porque no tenia termino, salvo que el diario, una mañana, trajera la noticia de la muerte de Alejandro Villari."
JORGE LUIS BORGES